domingo, 30 de junio de 2013

EL BISFENOL-A

Desde hace muchos años, el bisfenol A o 2,2-bis-(4-hidroxifenil)propano o BPA (por sus sigla del inglés), es un componente básico en la fabricación de uno de los plásticos más utilizados en la actualidad: el policarbonato, un plástico claro, muy ligero, duro y resistente al calor y la electricidad. 

El BPA también se emplea como aditivo para endurecer y estabilizar muchos plásticos (resinas epoxi, alquilfenoles, poliéster-estirenos y otros), que son usados habitualmente en la fabricación de envases para alimentos, biberones, envases retornables de jugos (zumos), bebidas gasificadas, leche y agua, en los recubrimientos interiores de latas e incluso contenedores para microondas y utensilios de cocina, porque evita la proliferación de bacterias y la oxidación de las latas.

Existen numerosos estudios que asocian al BPA con anormalidades genéticas o cromosómicas. En experimentos realizados con ratones, se ha demostrado que bastan concentraciones muy pequeñas (prácticamente indetectables en análisis convencionales) durante 5 a 7 días para que los embriones de ratones de laboratorio presenten una anormalidad poco común llamada aneuploidía. En esencia, un error en el mecanismo natural de división celular que se traduce en alteraciones cromosómicas asociadas a anormalidades en el feto o a enfermedades como el Síndrome de Down o varias formas de cáncer.


Los efectos del BPA en embriones de ratones de laboratorio fueron descubiertos de una manera casual por Patricia Hunt (Universidad Case Western Reserve, USA) cuando observó, en sus ratones de laboratorio, un inusual incremento del número de anormalidades cromosómicas sin una causa aparente que las provocara. Al revisar el procedimiento empleado, encontró como única explicación posible de esta anormalidad, el uso inapropiado de un fuerte detergente para limpiar los contenedores de plástico donde tomaban agua los ratones. Descartado el propio detergente, ella y su colega Terry Hassold, llegaron a la conclusión que debía tratarse del material (policarbonatos plásticos) con que se había elaborado el recipiente.

Tras diversos estudios, Hunt y Hassold concluyeron que el detergente había provocado la migración de pequeñas cantidades de BPA y que la exposición a bajísimas dosis y durante pocos días era suficiente para provocar un aumento de casos de aneuploidía. Dicho de otro modo, que pequeñísimas cantidades de BPA habían pasado del plástico al agua de bebida de los ratones y ello había alterado el desarrollo de sus embriones. A pesar de haber constatado la evidente relación causa-efecto, Hunt se muestra cauta en sus conclusiones. Hunt y Hassold continúan actualmente sus investigaciones en la Washington State University.

Los productos que se comercializan para ser usados por niños no siempre son seguros, especialmente para los más pequeños, sobre todo en la etapa crítica de desarrollo. El BPA es uno de los químicos tóxicos que se encuentra en algunos productos, incluyendo varias marcas conocidas de biberones. Los científicos han relacionado muy pequeñas dosis de exposición a BPA con cáncer, afecciones en las funciones inmunológicas, pubertad precoz, obesidad, diabetes, hiperactividad y otros problemas. Estudios recientes realizados con animales demostraron que aún la exposición a BPA en pequeñas dosis puede tener impactos negativos en la salud.
 

 La preocupación con respecto al uso de BPA en productos para el consumidor, se incrementó con los informes del gobierno norteamericano cuestionando la seguridad del BPA y algunos comerciantes retiraron productos hechos con BPA de sus estantes. Hay discrepancia entre los defensores de la salud pública y la industria del plástico con respecto a la toxicidad del BPA. La fuente principal de la exposición es la ingestión de alimentos. Se ha descubierto que el BPA migra de las botellas,  del revestimiento de las latas y otros envases especialmente cuando éstos son lavados y calentados.

Dentro de los consejos prácticos para reducir la exposición al BPA se tienen: evitar el uso de botellas de agua y biberones de policarbonatos (usar los que no contienen BPA o los de vidrio); evitar calentar comida en envases de plástico (prefiera platos de vidrio o cerámica); evitar el uso de detergentes alcalinos fuertes que aumentan la migración del BPA y reducir el consumo de alimentos o bebidas enlatadas.

BIBLIOGRAFÍA

Loayza, Jorge. Boletín Electrónico Informativo Sobre Productos y Residuos Químicos.- Año 9 Nº 73, Mayo, 2013.
MSc. JORGE E. LOAYZA PÉREZ <jeloayzap@yahoo.es>
Dpto. de Procesos. Fac. de Química e I.Q. Univ. Nacional Mayor de San Marcos. PERÚ

sábado, 15 de junio de 2013

ESTREPTOMICINA Y TUBERCULOSIS

Un antibiótico es un compuesto elaborado por un microorganismo y que es capaz de impedir o inhibir el crecimiento de otros microorganismos. La estreptomicina es un antibiótico producido por Streptomyces griseus, un hongo que se encuentra en el suelo, sus colonias tienen pigmentos grises y amarillos y un típico olor a tierra mojada. Lo Streptomyces viven formando colonias, su aspecto es de hilo enmarañado y, como son inmóviles, segregan antibióticos para poder competir por alimento con bacterias móviles.

La estreptomicina fue el primer compuesto capaz de combatir al Mycobacterium tuberculosis o bacilo de Koch, la bacteria que produce la tuberculosis, infección que no sólo ataca los pulmones, sino que también puede atacar el cerebro, riñón, tracto gastro-intestinal, huesos y ganglios linfáticos. Después del descubrimiento de la penicilina, el mundo quedó impresionado al ver cómo este medicamento pudo salvar millones de vidas pero no era efectivo contra enfermedades como la tuberculosis. 


Selman Abraham Waksman, nació en Ucrania (1888) en el seno de una familia judía. En 1910 se trasladó a Estados Unidos, se matriculó en la Universidad de Rutgers para estudiar agricultura y, tras realizar estudios de bioquímica en la Universidad de California, se doctoró en 1918. Se dedicó al estudio de los microbios del suelo, especialmente los actinomicetales, dentro de los cuales se encuentran el Mycobacterium tuberculosis, que causa la tuberculosis y el Mycobacterium leprae, causante de la lepra. 

En 1943, después de tres años de arduo trabajo, Waksman y colaboradores hallaron la estreptomicina en el Streptomyces griseus y este hallazgo fue publicado en una revista científica figurando como autores él y otras dos personas: Albert Schatz y Elizabeth Bugie. Hasta ese momento todos se interesaban en los microorganismos que eran beneficiosos o perjudiciales para el cultivo de plantas y la cría de animales; pocos se interesaban en los microbios del suelo y ellos estudiaron centenares de estas bacterias.

En esos años no había muchas mujeres dedicadas a la ciencia. A Bugie la convencieron a renunciar como codescubridora de la estreptomicina y a sus beneficios porque ella "pronto se casaría, tendría hijos y renunciaría a la investigación y a la reputación científica". Además, Waksman quería que su universidad reciba la mitad de los beneficios de la patente, por lo que en 1946 convenció a Schatz a que donara su parte a ésta. Así lo hizo creyendo que aquél haría lo propio. Más tarde se enteró de que Waksman seguía percibiendo sus beneficios y lo denunció judicialmente. Tras una larga batalla judicial, Waksman fue obligado a reconocer como codescubridor de la estreptomicina a Schatz, a indemnizarle y hacerle partícipe de los derechos de la patente. También tuvo que pagar un porcentaje de los beneficios a todo el equipo de trabajo incluyendo a Elizabeth Bugie. Buena parte de los derechos generados por la patente de la estreptomicina, la neomicina, etc. sirvieron para fundar y financiar el Instituto de Microbiología de la Universidad de Rutgers. 


En 1941 Waksman acuñó el término "antibiótico" y propuso restringir su significado a compuestos de origen microbiano con propiedades antimicrobianas. Junto con las sulfamidas, los antibióticos son un arma poderosa contra las infecciones. En 1944 se administró estreptomicina a un paciente con tuberculosis y mejoró rápidamente. Aunque la estreptomicina causa efectos secundarios como daños en el oído interno, durante unos años fue el mejor medicamento contra la tuberculosis. Después se desarrollaron otros medicamentos contra esta enfermedad (ác. p-amino-salicílico, isoniazida, etc.). En 1949 Waksman halló otro antibiótico, la neomicina y en 1952 fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina.

La estreptomicina solamente se usa por vía intramuscular, debido a que no se absorbe en el tracto gastrointestinal. Debe evitarse su uso en niños y durante el embarazo pues atraviesa la placenta y puede producir lesiones irreversibles en el nervio auditivo.

BIBLIOGRAFÍA


Q. F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. U.Nacional Agraria La Molina.